Tras el anuncio del FMI de que el mundo estaba a un paso de volver a entrar en recesión, las bolsas de los países más importantes han empezado la semana en claro retroceso ante el miedo de que se cumplan las previsiones del máximo organismo financiero supranacional y la recesión golpee a los indicios de recuperación que algunos querían empezar a ver, pero que se han esfumado a la velocidad de la luz.
Es evidente, que el FMI se quiere curar en salud y quiere evitar a toda cosa que le suceda lo mismo que le pasó con las hipotecas subprime y toda la crisis económica posterior, de la que todavía no hemos salido, por lo que ha preferido anunciar la recesión antes de que hubiera pruebas palpables de la misma y así poder justificarse en el futuro.
Un futuro que se adivina muy incierto desde todos los puntos de vista, ya que las medidas de austeridad que se están practicando en todo el mundo para equilibrar las cuentas públicas se está mostrando como excesivo a todas luces, ya que está provocando un enfriamiento excesivo de la economía y la subsiguiente falta de crecimiento.
Algunos expertos, entre ellos Paul Krugman, ya llevaba un tiempo anunciando los peligros que tanta austeridad podía provocar, y se ha demostrado que tenía razón, porque se está produciendo la misma contracción económica que él había empezado a predecir tiempo atrás.
Y es que la clave no está en buscar el equilibrio presupuestario a toda costa, sino en encontrar un equilibrio adecuado entre el crecimiento económico y la austeridad, de forma que ninguno lastre al otro y ambos puedan crecer de la mano para la buena salud de la economía en general, y de el estado del bienestar en particular.
Habrá que aguardar, sin embargo, a los próximos meses para poder tener una idea clara de la que se nos avecina a los ciudadanos del mundo desarrollado, con un claro peligro de entrar en una recesión permanente de la que nos costará mucho salir, si nada lo remedia, y no parece que nadie esté por la labor.
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