Según los datos manejados por las asociaciones de fabricantes de automóviles (Anfac) y de vendedores (Ganvam), las matriculaciones de vehículos durante este pasado mes de junio se situaron en 83.385 unidades, es decir, un 31,4% menos que en junio de 2010.
Esta caída supone la mayor de todo este año 2011, y se suma a las nueve bajadas consecutivas anteriores, para sumar el décimo mes en números negativos, lo que hace que la industria no mire al futuro con gran optimismo, precisamente, más bien al contrario.
Analizando los datos desde un punto de vista semestral, la industria automovilística acumula la venta de 442.217 vehículos, entre turismos y todoterrenos, lo que supone el volumen más bajo desde el año 1993, y un 26,8% menos que en el mismo período de 2010.
Por otro lado, y si se analizan los datos en comparación con el período anterior al estallido de la crisis, nos encontramos con que semestralmente la venta de vehículos en este año 2011 se ha reducido a la mitad de la que se observaba en el primer semestre de 2007.
Es evidente que el vehículo, al no ser un elemento de primer necesidad es un gasto o una inversión que se pospone en el tiempo hasta que mejoren los tiempos económicos. De hecho, el principal canal de descenso ha sido el de los particulares, manteniéndose ligeramente mejor el canal profesional.
Desde el sector reclaman nuevas ayudas al ejecutivo para poder paliar los efectos de la caída de ingresos de los ciudadanos, a lo que se ha sumado el incremento del IVA del pasado verano, el cuál provocó un encarecimiento artificial de los vehículos, al igual que en el resto de la economía.
Por otro lado, las perspectivas para lo que queda de año no son para nada halagüeñas y auguran un período de dura transición por el desierto, al menos hasta que la economía comience a recuperar el buen rumbo e inicie el proceso de recuperación.
Los analistas del sector tienen expectativas de una industria en caída libre hasta, al menos, el año 2013-2014, cuando la economía empiece a dar signos reales de recuperación y no simples brotes más macroeconómicos que reales.
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